A MISIFÚS NADIE LE PREGUNTÓ

 Una conocida marca de alimento para mascotas, cuyo nombre omitiremos, desarrolló un nuevo producto de alimento para gatos.

Sería su producto estrella y todos los departamentos se esmeraron en su tarea.

Enviaron encuestadores a los principales centros de distribución para detectar lo que valoran los dueños de los animales a la hora de comprar alimento para sus mascotas, el precio que están dispuestos a pagar, la periodicidad con que consumen, etc.

Lograron una formulación balanceada del alimento sin descuidar los costos, consiguieron el aval de veterinarios, los diseñadores se lucieron con la imagen, acordaron con los puntos de venta, hicieron tremenda campaña publicitaria y lanzaron el producto que se antojaba exitoso.

Las ventas fueron como se previeron en las primeras semanas, los anaqueles se vaciaron. Todo funcionó: estrategia publicitaria, presentación del producto, precio, puntos de venta… Todo. Pero al poco tiempo se les acabó la fiesta cuando se dieron cuenta de que los compradores no resurtieron y los anaqueles que volvieron a llenar, seguían a tope.

¿Qué fue lo pasó? ¿Por qué, si todo iba tan bien, de pronto se vieron estancados?

La respuesta: A los gatos no les gustó la comida.

Esta historia nos enseña que no basta con preguntarle a quienes hacen la compra, sino que es imprescindible preguntarle al consumidor final, así sea un gato.